Avanzóbara


1ªPARTE. V. La gran cascada.

Tras un breve descanso llegó la hora de cruzar la cascada. Padre e hijo avanzaron hacia el desfiladero mientras el ruido se hacía ensordecedor. Caminar por el margen de la poza, cerca de la cascada, era como caminar bajo la lluvia. Así andubieron al menos una hora.
Cuando llegaron a las rocas ambos estaban totalmente empapados. Tariq empezó a trepar. No era una escalada complicada pues la piedra hacía grandes salientes totalmente redondeados, como si se tratara de una columna hecha de cantos rodados. El verdadero peligro residía en el musgo que crecía sobre la roca y, por supuesto, en la propia catarata.
Una vez que Tariq llegó al primer gran saliente se arrodilló y tendió la mano a su hijo para ayudarle a subir. Este se aferró con fuerza y apenas si tuvo que ayudarse de la roca, para alcanzar a su padre, quien lo izó con un enérgico movimiento. En los siguientes salientes el procedimiento fue idéntico: Tariq subía y una vez arriba tiraba de su hijo. Así lo hicieron varias veces mas, hasta alcanzar una altura considerable. El último saliente al que se encaramaron era distinto del resto. No se trataba de una roca al margen del río sino de un auténtico pasillo que discurría detrás de la gran cortina de agua. Un pasadizo que no podía distinguirse de no estar allí.
Tariq se colocó con la espalda totalmente pegada a la pared y con un gesto instó a su hijo a que hiciera lo mismo. Luego le tendió una mano a la que Avanzóbara se aferró fuertemente. El pequeño estaba temblando y el aterrador pensamiento de tener que caminar al menos doscientos pasos por aquél estrecho desfiladero, no era de gran ayuda para calmar sus ánimos.
Tariq se deslizó suavemente por el pasillo, dio un paso corto, apenas levantando el pie de la piedra. Luego avanzó con el otro pie, sin llegar a adelantar al anterior. Miró a su hijo y le indicó que le siguiera. Avanzóbara dudó pero no quería que su padre pensara que era un cobarde. Arrastró el pié sobre la roca, aferrándose con fuerza a la mano de su padre y con el otro brazo extendido, la mano contra la pared. Hasta los dedos de sus pies se encogieron intentando abrazar el musgo del suelo.
Allí dentro no había mas sonido que el rugido del agua. Los dos, empapados, siguieron avanzando lenta y cuidadosamente. Llegaron a un tramo en que el pasillo apenas si tenía la anchura de un pie. Avanzóbara pegó su espalda a la pared hasta que llegó incluso a dolerle. Unos pasos mas allá la pared se alejaba unos metros del agua y el pasillo se ensanchaba dando un pequeño descanso a los expedicionarios. Avanzóbara soltó la mano de su padre y ambos descargaron la tensión acumulada en sus brazos agitándolos hacia el suelo.
Tariq señaló un saliente que había sobre sus cabezas, apenas unos metros mas allá, indicando a Avanzóbara el lugar. Éste hizo un gesto afirmativo con la cabeza, volvieron a darse las manos y siguieron su camino hacia aquél lugar. Una vez debajo Avanzóbara tuvo la visión mas fantástica que jamás podría haber imaginado. El saliente partía en dos la cortina de agua, dejando una ventana desde la cual se podía ver un horizonte fantástico. El río serpenteaba ante sus ojos, avanzando mansamente hasta perderse en el horizonte. Vio los árboles que crecían a su margen y mas allá la gran extensión desértica. Vio montes y valles, vio manadas de animales que pastaban placidamente en valles alejados, y todo ello tras el gran arco de colores que cruzaba el imponente río.
Repentinamente Avanzóbara dio un paso atrás y se abrazó a su padre.
-No temas, hijo, yo también tuve ganas de saltar la primera vez que estuve aquí. Es como si los espíritus te impulsaran a lanzarte.
Al llegar al final de la cascada parecían fantasmas. Su cuerpo se había teñido de barro a causa de las cenizas con las que se habían adornado y que, a causa del agua, ahora chorreaban por sus pechos y piernas. El descenso supuso un esfuerzo importante, pues las fuerzas ya empezaban a flaquear. Aún así fue mas rápido que la subida por el otro margen y, salvo algún que otro resbalón que no llegó a dar con los huesos de ninguno de ellos en el suelo, llegaron a la orilla del río sin complicaciones.
Tariq reunió algunos palos y matojos secos que colocó sobre la arena para encender un fuego. Sacó pasta de arroz y la tendió a su hijo, que, exhausto, dio buena cuenta de la comida.
Para cuando el fuego estuvo listo Avanzóbara ya se había dormido. Tariq se tumbó junto a el y miró las estrellas hasta que también cayó en un profundo sueño.


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Foto: fragmento de la imagen "Falling Water"
de >WouteR<
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Esta historia está ya pensada, tiene su principio y su final, así como su trama definida a grandes rasgos. Aún así, me está costando escribirla. No soy escritor ni jamas había intentado antes plasmar por escrito una historia, por lo que la redacción de cada uno de los textos me está suponiendo un reto. No pensaba que era tan dificil poner sobre un papel lo que uno pretende transmitir. Es por ello que os pido paciencia y comprensión. Unos días escribiré textos mas largos, otros mas cortos y, seguramente, la mayoría de los días no escriba nada. Aún así intentaré colgar, al menos, un par de post por semana. El hecho de diferenciar cada post de este blog con un título no supone que se trate siempre de capítulos separados, sino de mi incapacidad para redactar episodios mas largos. Es por ello que lo he planteado por partes y dentro de cada parte voy dividiendo en pequeños episodios. Espero que os vaya gustando la historia a medida que ésta va creciendo.


 

Avanzóbara.

Esta es la historia de Avanzóbara, un joven Tají que una mañana salió de su choza para iniciarse como guerrero y volvió, muchos años después, convertido en sabio.


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